Sin lugar a dudas, en El vástago de la muerte la presencia de la misma es un elemento fundamental y de un epso clave, tanto por el uso de la misma, como por su relevancia en el transcurso de la historia. Las muertes hablan y enseñan la cara oculta de la maldad, tanto de la generada por la locura que adolece un asesino en serie que disfruta del sadismo, como por la parte que ofrece recompensa a las ambiciones de personas que tienen como única meta en la vida conseguir el poder absoluto. En esta historia, por tanto, se habla tanto del poder logrado por el hecho de ser verdugo, tanto del que porta el hacha como de quien envía a decapitar. Son diferentes formas de poder, pero capaces de enajenar cada una a su manera la forma de actuar de los seres humanos.
Quizá el título de este artículo debería haber sido una apuesta por el asesinato, probablemente hubiera sido más certero, pero permítanme el uso de este juego de palabras con el título de la obra. Aunque sí que es cierto que es el acto de arrebatar la vida lo que es late motiv, tanto de forma quirúrgica como de una ritualidad brutal. La muerte como desencadenante y como final. Pero en todo momento el actor protagonista de una historia trepidante.